La tormenta antes del huracán por Zuban-Córdoba y Asociados

En 7 días la sociedad argentina acudirá nuevamente a las urnas para definir los próximos cuatro años de mandato presidencial. Las previas a las elecciones presidenciales nunca decepcionan en Argentina, pero esta previa en particular abunda en operaciones, incertidumbre económica y escándalos políticos de gran magnitud. La política despliega ante la sociedad sus peores rostros. Una primera pregunta se vuelve inevitable: ¿No nos merecemos los/as argentinos/as una campaña presidencial más seria y prudente?
Al escribir este #DomingodeDatos nos encontramos ya en medio de la veda que establece la justicia para difundir sondeos electorales, por eso esta edición previa a las elecciones no será uno de nuestros tradicionales informes con datos. En vez de eso, nos tomamos el atrevimiento de compartir con ustedes algunas lecturas y análisis de cara a la votación el 22 de octubre.

Esta elección contiene elementos diferenciadores de elecciones pasadas:

En primer lugar, el bipartidismo o bicoalicionismo, que tanto sirvieron para analizar la política electoral, ya son historia. La alternancia que parecía corregir los errores de los oficialismos anteriores fue destronada por una tercera fuerza que promete acabar con los vicios de la política.  En efecto, los tercios que comenzamos a identificar en nuestros trabajos desde hace más de un año, hoy no solo gozan de muy buena salud, sino que el último tercio en incorporarse lo ha hecho como el más votado en las PASO de agosto pasado.

En segundo lugar, y no menos relevante, ese nuevo tercio de la política argentina – tanto Milei como su candidata a vicepresidenta Villarruel- ha introducido en los debates electorales un ángulo novedoso: la resignificación del pasado reciente de los/as argentinos/as, al criticar desde el “Nunca Mas” hasta el rol de la dictadura militar en las décadas del 70 y del 80, sin que hubiera sorpresa en esos planteos.

Produce profunda preocupación la falta de un repudio generalizado de la dirigencia política, de los medios y de una sociedad que parece estar dispuesta a rediscutir estos consensos que tanto valoramos en estos #40AñosDeDemocracia. Quizás estos temas, como otros de suma importancia para la supervivencia democrática, deban ser debatidos con mayor compromiso por las fuerzas democráticas que surjan de este proceso electoral atípico.

En tercer lugar, los últimos 15 días de campaña electoral estuvieron marcados por la profundización de la crisis económica con una feroz corrida cambiaria y la lamentable seguidilla de escándalos y operaciones políticas.

Sobre la cuestión económica, vale mencionar quizás algunas cuestiones de análisis político: quienes se ven con chances de llegar a la presidencia no miden (o no quieren medir) lo determinante que es la generación de expectativas. El poder es como un manto que otorga a aquellos sobre los que se posa una capacidad directa de intervenir en la realidad tan solo con sus discursos. Esto es especialmente evidente temas económicos, donde lo que dice un candidato presidencial con chances reales de victoria, impacta sobre el comportamiento de los actores económicos. Por ello, esa capacidad de intervención debe ser usada con responsabilidad y moderación. La corrida cambiaria desatada esta semana muestra de forma muy nítida lo que sucede cuando esa influencia es subestimada o utilizada con mala fe.

Sobre la cuestión de las operaciones o “los carpetazos”, en los últimos días hemos presenciado un show auténticamente grotesco, con operaciones cruzadas, acusaciones y viralización de todo tipo de contenidos escandalizantes. Frente a la imposibilidad de ofrecer a la sociedad un debate serio y con propuestas, la política en cambio eligió ofrecer un show decadente de acusaciones. Los efectos de ese show, sin embargo, son algo que merece una categoría de análisis en sí misma.

Todo lo que un sector político difunde está en general destinado a hacer eco solo en las fronteras de su propio electorado. Las cámaras de eco están más consolidadas que nunca y, en el escenario de tercios imperfecto que hoy parece reinar en la Argentina, los escándalos solo sirven para fortalecer las opiniones previamente instaladas. Se equivocan quienes piensan que con un “carpetazo” pueden modificar drásticamente las tendencias electorales, tendencias que están (para nosotros) ya consolidadas. La política tiende a subestimar la reacción de los votantes en estos aspectos.

A estas horas, la principal incógnita del proceso electoral es si habrá ballotage o si en 7 días tendremos ya un presidente electo. La política tendrá algunos días más de campaña para terminar de definir esa cuestión y para ello seguramente jugarán todas las cartas que tengan disponibles. En ese sentido van algunos de los últimos movimientos de Patricia Bullrich, como nombrar a Horacio Rodríguez Larreta como jefe de gabinete.

Pero más que pensar en la noche de la elección, la sociedad argentina piensa en el día después. Y en el auténtico huracán político, social y económico que puede desatarse si la clase dirigente no está a la altura del nuevo ciclo que se abre en la Argentina.

Hay que poner una lupa sobre los posibles escenarios de ballotage y la competitividad de los mismos. La experiencia en la región indica que las segundas vueltas son en general mucho más competitivas que lo que se cree.

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